A Guillermina Nacht, hija del famoso escultor Bávaro Eduard Nacht, poco le importaban las consecuencias de la temida influenza prusiana de 1894. Su espíritu libertario, unido a sus estudios en las incipientes ciencias de la epidemio-morfología corporal la llevó a combatir la pandemia con todas las armas a su disposición, a saber: las provenientes de la medicina, como así también una amazónica actitud de guerrera huna, herencia de las practicas en el estudio de su padre como modelo de sus esculturas. Wilhem Roche, colega suyo del Hospital General de Baviera recordaba en un diario intimo encontrado en 1995: “a veces nos asustábamos de la bravura de Guille (como le decíamos) e incluso llegábamos a sospechar de sus estabilidad psíquica, pero los excelentes resultados con sus pacientes demostraban que no estaba para nada equivocada y que evidentemente, al virus lo espantaba su inquietante bravura”.