De las muchas historias que transcurrieron durante la llamada Fiebre azul
del Sena y que fueran recopiladas por el eminente profesor Oscar Mercie en la Encyclopédie des rares cas de
pandémies. La de Joan Merveilleux y Christopher Consomé es una de más
llamativas. El Calvario de estos dos empleados de una de las mas importantes
financieras de la desaparecida ciudad de Pompidou comenzó el día en que, por
falta de personal, fueron reubicados en una misma oficina. Lo que nadie sabía,
era la compulsión altamente hipocondríaca de ambos. Alain Bicuit, colega de
estos infortunados agentes financieros y testigo directo del caso, relata que a
eso de las 7:45 de la mañana del día 14 de febrero de 1902, Joan se aproximó al
escritorio de Chistopher para que este le sellara un documento, pero que al
hacerlo, antes desinfectara el sello, a lo que este le respondió que debía
hacer lo mismo con su formulario y con la porción del escritorio donde se había
apoyado, y así, ambos comenzaron una frenética escalada de sospechas
epidemiológicas que los llevó a sostener que solo desnudos podrían seguir
trabajando juntos. Pero eso no fue todo, ya que la compulsión a mantenerse
asilado de toda fuente de posible contagio, pero unidos en pos de sostener el
sistema financiero, los llevó a trasladar su oficina a una de las playas de Pompidou
y a comunicarse mediante un código ejecutado por unas pequeñas flautas hechas
con los restos secos de un alga. Si bien los estudios de La enciclopedia los
dio por perdidos algunos testigos de la época afirmaron escuchar unos leves
pitidos que emergían de las costas, algo así como una melodía encantadora y
triste como el embrujo de una sirena.
El cierre de la edición número 1 del prestigioso anuario de “Pornocronías” de 1920 a cargo de la afamada dramaturga y promotora del desnudo políglota, la Italiana Nicodema di Auguri , también conocida como “ La donna nuda dal l'underwood ”, es uno de los tantos misterios que rondan los muros de la redacción del trágico pasquín. En dicho texto, Nicodema, además de lograr una de las crónicas más descarnadas del terrible año 20 en el que a la humanidad no le faltaron pandemias, crisis sociales, naciones compitiendo por una vacuna y sobre todo innumerables teorías conspirativas, consiguió en sus últimos párrafos sentar las bases de una teoría del apocalipsis que, aún hoy, y de no ser por su misteriosa desaparición y porque la estudian científicos en todo el mundo, podría decirse que es como menos descabellada. En el escrito, la erudita aseguró que todas las cosas ocurridas en ese fatídico año no fueron más que la condición binaria de la realidad conocida en su entrelazamiento cu...

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