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Pornocronía 19


De las muchas historias que transcurrieron durante la llamada Fiebre azul del Sena y que fueran recopiladas por el eminente profesor Oscar Mercie  en la Encyclopédie des rares cas de pandémies. La de Joan Merveilleux y Christopher Consomé es una de más llamativas. El Calvario de estos dos empleados de una de las mas importantes financieras de la desaparecida ciudad de Pompidou comenzó el día en que, por falta de personal, fueron reubicados en una misma oficina. Lo que nadie sabía, era la compulsión altamente hipocondríaca de ambos. Alain Bicuit, colega de estos infortunados agentes financieros y testigo directo del caso, relata que a eso de las 7:45 de la mañana del día 14 de febrero de 1902, Joan se aproximó al escritorio de Chistopher para que este le sellara un documento, pero que al hacerlo, antes desinfectara el sello, a lo que este le respondió que debía hacer lo mismo con su formulario y con la porción del escritorio donde se había apoyado, y así, ambos comenzaron una frenética escalada de sospechas epidemiológicas que los llevó a sostener que solo desnudos podrían seguir trabajando juntos. Pero eso no fue todo, ya que la compulsión a mantenerse asilado de toda fuente de posible contagio, pero unidos en pos de sostener el sistema financiero, los llevó a trasladar su oficina a una de las playas de Pompidou y a comunicarse mediante un código ejecutado por unas pequeñas flautas hechas con los restos secos de un alga. Si bien los estudios de La enciclopedia los dio por perdidos algunos testigos de la época afirmaron escuchar unos leves pitidos que emergían de las costas, algo así como una melodía encantadora y triste como el embrujo de una sirena.

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