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Pornocronía 32


Alguna vez Discreta Strómboli, la afamada precursora de la fotografía futurista de la Escuela de Arte Moderno de la ciudad de Siracusa, se preguntó acerca del valor del arte en tiempos de una pandemia. Su pregunta, tomada en un principio a la ligera, e incluso como objeto de burlas por parte de sus contemporáneos, se tornó, al poco tiempo en una certeza espeluznante, cuando la mismísima ciudad fue escenario de la terrible peste “Avant Garde” que aniquiló incontables vidas clásicas y sembró el terror en las estructuras mismas del arte europeo. La pregunta de Discreta terminó siendo en ese contexto, un disparador para que en los meses que duró su confinamiento sanitario, pudiese embarcarse en un frenesí creativo en busca de la esencia del sentido del arte en la vida y la muerte humana. Entre las abundantes obras producidas, Discreta logró concebir lo que hoy se conoce como la expectación futurística muerta, en esta idea, la artista, luego de un sinfín de pruebas, pudo componer la única foto en la que, en un mismo espacio, el tiempo y sus dimensiones podían ser visibles en los distintos cortes de la imagen, a saber: en una parte un grupo de frutas rejuvenecían al punto de hacerse apenas unas pequeños brotes, en otra, un pájaro permanecía en un presente perpetuo y en otra parte, ella envejecía sin remedio, esperando el fin del tiempo pandémico en que orgullosa le mostraría  al mundo que las canas en su cabeza eran el premio a su exaltación del arte, pero por sobre todo, un homenaje a su inquebrantable paciencia.

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