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Pornocronía 15


El Gobierno de la pequeña ciudad de Ivángorod en la antigua Rusia fue uno de los primeros gobiernos en lograr detener el avance de la peligrosa peste desatada en la ciudad de San Petersburgo, en el aciago año de 1924. La Gripe Eslava, como sería conocida, fue una de las influenzas más curiosamente oscura que se recuerde en los anales de la historia médica mundial. Sus síntomas comenzaban con un incremento en las temperaturas de los órganos sexuales del infectado, para luego, tras un desvarío ideológico perdía toda esperanza en el futuro. De no haber sido por los esfuerzos de valientes como Nicolai Sorocovich, o Nikkita Petrova, quienes recorrieron incansablemente las casas de la pequeña ciudad palpando las temperaturas a los posibles enfermos, incluso entre ellos mismos, la peste habría desanimado a toda la especie humana y las víctimas se habrían contado por millones.

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